Todos conocemos Los Años Maravillosos. Sabemos de qué se trata sin necesidad de verla otra vez. Una casa cualquiera. Un padre que llega del trabajo. Una madre en la cocina. Un niño que crece mientras el mundo cambia. Y una voz —la suya, ya adulta— que narra, desde el futuro, lo que realmente estaba pasando. Cómo se estaba formando. Qué se estaba jugando en cada momento. Hermoso.
La gracia no era la infancia. La gracia era poder contarla. Poder volver a ella. Y entender, con el tiempo, lo que significaba.
Hoy no somos niños. Tampoco somos Kevin Arnold. Pero si quieres tener una historia que valga la pena contar, como en la serie, este es el momento para empezar.
Porque hay épocas donde no pasa nada, donde ser uno más entre las 8 mil millones de personas en el mundo está bien. Pero hay otras donde todo se define. Y esta… no es de las primeras.
Estamos entrando en once años de algo que hacía mucho no teníamos: continuidad política, política pública orientada a la vivienda, reglas claras, crédito accesible. No es promesa. No es buena onda. Es estructura. Es un Estado haciendo cumplir un derecho incluido en el Artículo 4° de la Constitución mexicana: “Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa. La Ley establecerá los instrumentos y apoyos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo.”
Once años de política habitacional con continuidad. Los cinco que le quedan a este sexenio. Y —salvo que medie una catástrofe política o nacional— los seis que probablemente seguirán. No es un acto de fe. Es una lectura política básica. Porque para cambiar lo que hoy está en marcha haría falta algo muy grave. Y por cómo van las cosas, es difícil. Muy difícil. Es decir: no hay certeza absoluta. Pero hay algo mejor: condiciones reales para que esto dure.
Y aunque parezca mentira, todavía hay millones de personas que no lo saben. Y lo que es peor: muchos lo saben… pero no lo creen.
Porque durante décadas nos educaron para desconfiar. Nos repitieron que si algo venía del Estado, tenía trampa. Que si era público, era malo. Que si parecía fácil, debía ser una estafa. Nos vendieron esa desconfianza envuelta en ideología y se nos pegó, agachamos la cabeza.
Y no solo eso. Nos enseñaron también que uno solo vale por uno mismo. Que nadie va a ayudarte. Que estás solo. Solo. Aislado. Que si no lo logras, es culpa tuya. Ese fue el verdadero triunfo: hacernos sentir solos incluso cuando estábamos dentro de algo. Romper la confianza. Desactivarnos.
Pero si se les olvidó algo… modificar la Constitución. Aunque quizás hacerlo era inmoral o demasiado osado.
Entonces el crédito sigue ahí. El portal funciona. La cuenta existe. Ahí está la historia que podrías contar.
Es como con los productos chinos. Todos tienen uno en la mano: el celular, la compu, el auto, las sábanas. Y aún así siguen diciendo “es chino, debe ser barato, debe ser malo”. Lo usan todos los días. Les funciona. Les dura. Pero el señalamiento no se acaba.
Con el Estado pasa igual. Nos llenaron la cabeza de humo, pero el daño fue profundo y no solo económico. Fue cultural. Nos empujaron a renunciar incluso a lo que ya era nuestro. Y la estrategia, la de siempre: inventar un enemigo para sostener el sistema. Basta.
México es grande. Muy grande. Y hoy hay más de 56 millones de personas registradas como derechohabientes del Infonavit. La mayoría no tiene un crédito activo. Millones ni siquiera saben que tienen dinero acumulado, no saben de puntos, historial o subcuentas de vivienda. Millones creyéndose fuera, pero ahí están, durmiendo adentro.
Y mientras tanto, sigues pagando renta. Sigues creyendo que no calificas. Que no te toca. Que no es para ti.
Pero esta vez sí es. Esta vez hay portal. Hay política. Hay voluntad. Y lo más raro de todo: hay tiempo.
Y no es un número cualquiera. El 11 se lee igual de los dos lados. Es simétrico. Es espejo. Es entrada. En la numerología, es un número maestro: representa visión, transformación y construcción. Once años pueden sonar a poco para una casa, pero si decides usarlos bien, pueden ser los que cambien tu historia para siempre.
Y no solo hay voluntad política. Hay hechos. Analicemos esto.
Uno de los 100 compromisos de gobierno de esta presidenta en su discurso de asunción fue hacer un millón de casas en su sexenio. Creo que es una promesa que no debimos haber tomado a la ligera.
En los últimos siete años, el Infonavit reestructuró más de cuatro millones de créditos impagables. Regularizó más de 900 mil viviendas tomadas. Creó el programa Crediterreno para comprar y construir con un solo crédito. Congeló deudas en salarios mínimos. Legalizó el arrendamiento social con opción a compra. Y por primera vez en su historia, puede construir: 500 mil viviendas nuevas, y otras 600 mil en recuperación. Solo en este año, van más de 186 mil viviendas nuevas construidas y 450 mil rehabilitadas.
No estamos acostumbrados a que nos cumplan las promesas. Porque lo dicho hace mucho que no es hecho.
Esto pasó en los últimos siete años. ¿Te imaginas lo que puede pasar en los próximos once?
Esto va en serio. Esto está ocurriendo. No estamos hablando de un subsidio eventual. Estamos hablando de una oportunidad concreta, histórica. Y si no la tomas, no es porque no pudiste.
Hoy lo que cambia todo no es el papel o el gobierno. Hoy es la decisión. Si la tomas o no.
Porque tener una casa no es solo tener algo propio. Es dejar de estar a la intemperie. Es dejar de depender. Es tener un punto de partida.
Eso lo sabes desde siempre. Lo sabes desde la casa de tus papás, si tuviste el privilegio. La que quizás ya no está. La que se quedó con su olor pero nunca con tu recuerdo a pesar de que sus voces allí ya no suenen. Esa que dabas por hecho… hasta que un día vuelves y entiendes que ya no es tuya, ni de ellos. Que el tiempo se la llevó.
Y si algo entendiste ahí, es esto: nadie debería crecer sin ese lugar. Y nadie debería morir sin el derecho de volver.
Hazlo por ti. Por tus hijos. Por los hijos de tus hijos.
Ser y pertenecer. Poder contarla. Esa es la herencia.
Y si no tuviste esa suerte, ese privilegio, creo que es hora de organizar tu mudanza. Eso termina con nosotros.
Y si quieres empezar ahora, dale:
Entra a https://micuenta.infonavit.org.mx
Consulta tu Número de Seguridad Social (NSS), tus puntos y tu saldo. Si ya tienes puntos suficientes, precalifícate para tu crédito. Si no llegas, puedes hacer aportaciones voluntarias, cotizar algunos meses, o registrarte como trabajador independiente. Busca el crédito que más se ajuste a tu realidad: vivienda nueva, usada, mejora, autoconstrucción. Y si no sabes cómo avanzar, háblalo. Pregunta. Actúa, como si el tren fuera a pasar solo esta vez.
Porque los próximos once años no son cualquier cosa. Dentro de una década, cuando mires para atrás, vas a querer contar esta historia. De esa decisión tuya que lo cambió todo.
Los años maravillosos ya comenzaron. Y esta vez, te toca decidir si vas a ser parte de ellos.
Por Guillermo Simonini Jacobacci
02/07/2025