Esto no es un blog de consejos.
Ni una serie de fórmulas para progresar.
Es apenas un espacio que abre la puerta y pone una silla.
Escribo porque estoy convencido de que pensar juntos cambia las cosas.
Porque no todos arrancamos del mismo punto.
Y porque el punto de partida muchas veces lo hereda uno sin haberlo elegido.
Hay quienes nacen con casa.
Y hay quienes no saben si podrán rentar la próxima.
Hay quienes mandan dinero cada mes para sostener a los suyos.
Y hay quienes no se preguntan cómo llegó el techo que tienen encima.
Esto no es una denuncia.
Es una invitación.
A mirar de nuevo la primera vivienda,
las remesas,
las oportunidades que existen para unos y ni siquiera se nombran para otros.
A cuestionar lo que se nos dijo que era progreso.
A diseñar otras formas de llegar, de compartir, de habitar.
Siempre he escrito.
En libretas, en archivos, en la cabeza mientras manejo o espero.
Y con los años, la vida y el trabajo me fueron acercando más al que no tiene.
Al que no encuentra boleto ni destino,
al que pone el cuerpo y cuando puede, piensa.
Y cuando piensa, comparte.
Y cuando comparte, se nombra.
Y cuando se nombra, se une.
Y se emociona.
Y vuelve a compartir.
Yo me cansé de correr solo.
No vinimos a escalar solos. Vinimos a abrir el paso.
Si estás leyendo esto, es porque también te lo estás preguntando:
¿cómo hacemos para que lleguen más?
No es un reproche, es un reconocimiento.
Una señal entre pares.
Una manera de decir: basta de medir todo en dinero.
Basta de vivir para ganarle al de al lado.
Dejemos de correr por un boleto que nunca alcanza para todos.
Pensar es también resistir.
Y resistir juntos es el primer paso para cambiar algo.
Gracias por llegar.
Tomá una silla.
Esto empieza.
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